No tengo palabras, y como me cuesta expresar mis emociones en público, he llorado a solas de felicidad por cada uno de los 17 amigos que ayer organizaron una fiesta sorpresa para celebrar mi cuarenta aniversario.
Por la amistad que me ofrecen a diario intuía que estarían conmigo en un día tan especial. Sin embargo, cuando llegué al Restaurante Can Pilis de la Playa de Calafell con mi esposa Yolanda y no vi a nadie tuve un momento de incertidumbre que se convirtió en felicidad inmensa cuando oí desde el fondo del local el grito de Gabi ("¡camarero!") y descubrí a todos mis amigos tras una cortina. Viví uno de esos instantes únicos, indescriptibles e imborrables de la vida que uno desearía que se convirtieran en eternos. Así pues, hinchado de felicidad me vi compartiendo cena, recibiendo regalos y, sobre todo, amistad con 17 colegas insustituibles.
Por la amistad que me ofrecen a diario intuía que estarían conmigo en un día tan especial. Sin embargo, cuando llegué al Restaurante Can Pilis de la Playa de Calafell con mi esposa Yolanda y no vi a nadie tuve un momento de incertidumbre que se convirtió en felicidad inmensa cuando oí desde el fondo del local el grito de Gabi ("¡camarero!") y descubrí a todos mis amigos tras una cortina. Viví uno de esos instantes únicos, indescriptibles e imborrables de la vida que uno desearía que se convirtieran en eternos. Así pues, hinchado de felicidad me vi compartiendo cena, recibiendo regalos y, sobre todo, amistad con 17 colegas insustituibles.
Me faltan palabras para completar estas líneas y demostrarles mi agradecimiento y solo se me ocurre decir gracias Gabi, gracias Rosa, gracias Sebas, gracias Nuri, gracias Tamayo, gracias Gloria, gracias Miquel, gracias María, gracias Iván, gracias Pili, gracias Pope, gracias Judith, gracias Edu, gracias Eva, gracias Ernest, gracias Marta y gracias Yolanda.
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No oblidaré mai aquest dia.
Us estimo;
sou collonuts i imprescindibles.
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