Me gusta la literatura y me interesa la comunicación. Algunos de los escritores a los que más admiro son los que son capaces de escribir de un modo sencillo, de escribir para que les entiendan, son esos escritores nada retóricos, esos que cuando los lees parece fácil escribir. Y, sin embargo, eso es lo más difícil.
Esta reflexión la puedo trasladar a la capacidad de comunicación que tenemos las personas y hasta al oficio de agente inmobiliario. Podemos expresarnos de un modo rimbombante, técnico y que suena muy bien pero no se entiende o podemos hacerlo de un modo sencillo y entendible para nuestro interlocutor.
Hace unos días leí un tuit de Fernando de la Rosa, autor del blog titonet.com, a quien sigo infatigablemente, que encierra en tres líneas una de las grandes decisiones que debe tomar un agente inmobiliario (aunque Fernando se refiere a las empresas de servicios, traslado su reflexión a mi oficio) a la hora de elegir su modelo de trabajo:
"Una de las grandes decisiones en servicios profesionales tiene que ver con elegir uno de estos dos caminos: hacer lo que te piden los clientes, aunque estén equivocados, o persuadirles de lo que tú harías en su caso, basado en tu conocimiento y estrategia."
Hay inmobiliarios que prefieren hacer lo que les piden sus clientes, bien por desconocimiento o bien por miedo, y aceptan el precio que quiere el vendedor, aunque saben que no venderá, o las condiciones que quiere el vendedor, aunque saben que sin exclusiva poca cosa podrán hacer. Mientras que otros preferimos persuadirles de lo que haríamos en su caso, aunque no les guste lo que les decimos, aunque les duela o aunque nos digan que NO.
Recuerdo que en 2013, Fernando García Erviti hizo unas entrevistas a varios de mis clientes y cuando las analizamos descubrimos que una de las frases más repetidas por ellos era "¡Fue el único que me dijo la verdad!"
Este oficio va de elegir. De que nos elijan y de que elijamos. Y creo que es mejor que nos elijan las personas, las familias y las empresas a las que asesoramos diciéndoles la verdad, basándonos en nuestro conocimiento del mercado y en nuestra experiencia, que no aceptar lo que ellas digan, aunque sepamos que estén equivocadas; porque, a la larga, nos lo van a reprochar.