"Los problemas, como los aviones, siempre vienen en cuadrilla"
Cronología de una operación desgraciada.
A mediados de enero de 2019, la familia L. me encarga la venta de su piso de Segur de Calafell. Iniciamos la comercialización y a mediados de marzo encontramos compradora. Firmamos un contrato de arras y, mientras ella está preparando la hipoteca, el 10 de abril, el hijo del señor L. me llama para decirme que su padre ha quedado incapacitado mentalmente. Necesitaremos una autorización judicial para poder vender la vivienda. Es un proceso largo. Rescindimos el contrato de arras y le devolvemos el dinero a la compradora.
Paramos la venta y se inicia el proceso judicial. A mediados de marzo del 20, cuando los señores L. tenían cita en el Juzgado, llega el maldito Covid y se paralizan todos los procesos sine die.
Por fin, el 15 de junio de 2020 obtienen la autorización judicial que permite al hijo del señor L. vender la propiedad. Ese mismo día, firmamos un contrato de exclusiva y volvemos a poner el piso en venta.
El 22 de agosto encontramos al comprador ideal. Un señor que acaba de llegar a España para vivir cerca de su hijo, dispone del dinero para comprar y la única condición que pone es que la escritura se haga muy rápido porque quiere hacer algunas mejoras en el piso y el 14 de septiembre le llega la mudanza.
Llamo al hijo de L. para darle la buena noticia y me cuenta que hace una semana su padre está en la UCI con Covid y que, unido a todos los problemas de salud que tiene, no saben cuánto aguantará en vida. A su esposa, que es la copropietaria, le han hecho la prueba y ha dado negativo. Al hijo se la harán al cabo de dos días y hasta que no tenga el resultado no podemos fijar fecha de firma.
El 31 de agosto me comunica que ha dado negativo, pero que a su madre le han hecho la prueba de nuevo y ha dado positivo. La han confinado en su habitación. No podemos firmar la venta de inmediato.
Dado el riesgo de que fallezca el padre y la urgencia del comprador, se me ocurre hacer un alquiler con opción de compra para que el comprador pueda entrar a vivir de inmediato y los vendedores aseguren la venta, aún en el peor de los escenarios.
Al segundo día de estar en su nueva vivienda, el comprador me llama para decirme que, tras la gran tormenta que hubo la noche anterior en Calafell, se le ha inundado el comedor. Una desgracia más. Movilizamos a las aseguradoras y, para mi sorpresa, sigue muy interesado en comprar tras tantas fatalidades.
El 15 de septiembre me comunican que la madre ha salido de la cuarentena y que podemos firmar la venta.
Preparo la escritura para el 22 de septiembre.
Esta madrugada ha fallecido el señor L.
Descanse en paz.
Continuará...
PD: Si alguien piensa que el oficio de agente inmobiliario es sencillo y tranquilo, quizás no sabe que los problemas siempre vienen en cuadrilla.