Durante años sentí que, a menudo, hacía el tonto como agente inmobiliario. En Calafell, lo normal era que, cuando alguien quería vender su casa, acudía a varias agencias inmobiliarias, nos decía que quería vender su casa, nos decía cuánto dinero quería, a veces nos firmaba una nota de encargo y se iba a otra agencia. Nosotros, los agentes de las distintas agencias inmobiliarias, añadíamos a ese precio que quería el vendedor unos honorarios, instalábamos un cartel de venta en su terraza y nos poníamos a temblar.
Entonces ocurría lo siguiente. Veías la misma casa en los escaparates de varias inmobiliarias, nunca con foto de la fachada, con distintos de precios de venta y cuando venía un comprador a la agencia y me preguntaba dónde estaba esa casa, muchas veces, no se lo podía decir porque en esa casa había varios carteles de varias inmobiliarias con distintos precios de venta y con un cartel del propietario que, casualmente, era quien tenía el precio más bajo.
Un despropósito.
Esto que acabo de contar, un poco llevado al extremo o un poco exagerado, era la realidad del mercado inmobiliario de mi pueblo. Pero, ¿qué ocurría? Pues ocurría que era la forma entendida como normal de trabajar, era como se había hecho siempre, era lo de toda la vida y, claro, cambiar lo de toda la vida...
Estoy leyendo The tipping point (El punto clave) de Malcolm Gladwell, un escritor que me encanta. En él, Gladwell analiza el recorrido de varios productos y tendencias de gran éxito para descubrir cómo y porqué se alcanza el punto de inflexión a partir del cual algo se convierte en un fenómeno de masas: el punto clave.
Una de las cosas que cuenta el autor es cómo funciona sociológicamente una epidemia. En 2006 intenté cambiar mi forma de trabajar y no conseguí el cambio deseado porque me encontré solo. En 2009 dije ¡basta! y decidí trabajar solo en exclusiva e impulsar una MLS en Calafell para lograr que se produjera una epidemia. Al principio, me acompañaron en la aventura cuatro inmobiliarias. En el lenguaje de investigación sobre la difusión, al puñado de inmobiliarios que empezamos a probar esta nueva forma de trabajo, se les llama innovadores.
Al poco tiempo, se unieron al proyecto de cooperación de Calafell ocho inmobiliarias más. A los componentes de este grupo que se sintió atraído por la idea, Gladwell los denomina los aplicadores iniciales. Son personas respetadas y serias que observaron y analizaron lo que estábamos haciendo esos intrépidos innovadores y nos siguieron los pasos.
Por último llegaron, la mayoría final, la masa de reflexivos y de escépticos que nunca intentarían nada nuevo hasta que lo hubieran probado los otros. Y así la MLS de Calafell alcanzó a prácticamente el 90% de las agencias inmobiliarias locales y, actualmente, todos trabajamos solo en exclusiva, hacemos un 60% de operaciones compartidas y en Calafell han desaparecido los carteles de particulares que venden su casa por su cuenta.
Anoche un colega inmobiliario me criticaba públicamente en Facebook porque trabajo en exclusiva, porque coopero con otros agentes y porque comparto ideas y experiencias en un taller (que hago cuatro veces al año) que se llama El poder de la exclusiva. Tengo asumido que no le puedo gustar a todo el mundo y que, cuando te expones en público o en las redes sociales, algunos te van a criticar, están en su derecho, solo faltaría. Sin embargo, si me tengo que quedar con alguien, me quedo con los que generan epidemias, con esos intrépidos aventureros de los que habla Gladwell, ¡vivan la epidemías!