lunes, 21 de mayo de 2012

EL HIJO DEL PALETA.

Aunque parezca lejano, no lo es tanto. Pep Guardiola se moría de ganas de entrenar. Sus amigos se lo desaconsejaron pero Guardiola aceptó entrenar al segundo equipo del Fútbol Club Barcelona recién descendido a la 3ª división. Pep siempre tuvo claro que la vida consiste en el atrevimiento para equivocarse. A ser posible, equivocarse con errores propios y no ajenos.


Nadie valoró que Guardiola es hijo de un paleta (en catalán, al albañil le decimos paleta en ejemplo prodigioso de metonimia popular). Valentín, su padre, le ha transmitido valores antiguos, de los padres que no tenían dinero ni propiedades, sino principios y dignidad. Como dice su amigo, el escritor David Trueba, "para Pep, la mayor recompensa de su tarea como entrenador tiene que ver con su padre. Desde que empezó a entrenar en 3ª, su padre sigue los partidos y eso le mantiene ocupado, atento, en guardia, feliz. Su hijo piensa que le ha regalado años de vida."


Siempre admiré (o mejor, observé con pasión) a Guardiola. Más allá del hecho casual de que ambos naciéramos un 17 de enero, observé con atención su entusiasmo, su ilusión, su dedicación obsesiva al trabajo, su rapidez mental o su empeño en perseguir la felicidad del aficionado, porque -como él bien dice- "lo mejor de este oficio es que gente que tiene problemas mucho más serios que el fútbol, que vive la crisis de manera brutal o se enfrenta a dramas particulares, por un rato vibran, olvidan, celebran, gracias a este juego."


El Barça B de Guardiola ganó la Liga y ascendió a Segunda División B. El resto de la historia es de sobras conocida.
  

domingo, 6 de mayo de 2012

EL MESTRE.




Hoy el día se ha levantado triste. Acabamos de dar sepultura a Ernest Soler padre, el fundador de ImmoBan. Una maldita enfermedad se ha llevado por delante a alguien que ha sido muy importante en mi vida. Allá por el año 2003, por razones que ahora no vienen al caso, Ernest confió en mí y me ofreció trabajo en su inmobiliaria de Calafell. Tuve varias ofertas pero me decidí por la suya porque mi intuición me dijo que este hombre tenía algo que me faltaba; visión y capacidad para emprender. No me equivoqué. En poco tiempo conseguimos respetarnos profesionalmente y apreciarnos en lo personal, hasta llegar a ser grandes amigos. Lo hemos pasado muy bien estos años, en el trabajo y fuera de él.


Una anécdota siempre ha guiado nuestra relacion. En la entrevista que me hizo antes de contratarme me preguntó, "¿sabes informática?" y yo, decidido, le contesté, "para vender pisos no hace falta saber informática". Esta breve conversación me la recordaba cada vez que me veía utilizar con habilidad el correo electrónico, las redes sociales y hasta un blog y nos servía para echar unas risas. Gracias a Ernest aprendí la importancia de hacer cosas nuevas y diferentes, de cambiar y de avanzar constantemente, de ser generoso y de compartir las cosas que tienes y las cosas que sabes y de andar por la vida con discreción y humildad.

Hoy he leído en El País, "aprendemos a través de la experiencia, imitamos gestos, reacciones y asimilamos valores de nuestros padres, amigos y figuras con las que nos sentíamos identificados y todos ellos han ido conformando nuestro carácter". En algunas situaciones, paro un momento y pienso, cómo reaccionaría Ernest. Sin duda ha sido uno de mis maestros. No inmobiliario, sino de la vida.

Se ha ido un amigo. Me siento triste. Tomaré un gin tonic, como tantos que tomamos juntos, mientras escucho a su querido Serrat.