"No puede existir vulnerabilidad sin riesgo; no puede haber comunidad sin vulnerabilidad; no puede haber paz, ni finalmente vida, sin comunidad"
Somos comunidad. Necesitamos al carnicero que nos corta la carne, al carpintero que nos repara un mueble, al profesor que enseña a nuestros hijos o al inmobiliario que nos asesora en la compra o en la venta de una casa. Porque ser comunidad es tener valores compartidos. Y esos valores compartidos se fundamentan en la participación, en la conversación y en la afinidad.
El inmobiliario fuera de la comunidad pierde todo su sentido y se convierte en un cazador o en un francotirador. Y eso no mola, porque hacemos negocio con personas que confían, con personas con las que compartimos valores, con personas de nuestra comunidad.
El inmobiliario tiene que añadir voz a su comunidad o dar una voz real a su comunidad, porque la conversación es la clave de la conexión.
Esta reflexión viene al caso porque esta mañana he escuchado una charla muy interesante en directo del inmobiliario marbellí Michele Di Sei (al que aprovecho la ocasión para felicitarle porque hoy cumple años), en el grupo Laboratorio Inmobiliario que administra en Facebook, en la que Michele contaba la importancia del vínculo del inmobiliario con su comunidad y enseguida me ha venido a la memoria un vídeo que hice hace unos años para retratar a mi comunidad de Calafell.
Lo he vuelto a ver y me sigue emocionando. Nunca caminarás solo.