"Yo he preferido hablar de cosas imposibles porque de lo posible se sabe demasiado"
Silvio Rodríguez
Casos y cosas.
A finales de junio me llamó N. porque tenía en venta una casa en Calafell, le estaba costando venderla y un vecino de su ciudad le dijo que hablara conmigo, que él había vendido su piso con ImmoBan y estaba muy satisfecho.
Hablé con N. por teléfono y me contó que hacía seis meses que tenía la casa en venta en tres agencias sin ningún tipo de contrato, claro, porque ella no quería "atarse" (¿¡atarse!?) a una exclusiva. Le dije que yo solo trabajo en exclusiva y le conté, rápidamente, que en 2009 impulsé un proyecto de cooperación en Calafell y que, en la actualidad, un 90 por ciento de las agencias locales cooperábamos en la venta de las viviendas. A continuación, le pregunté en qué dirección estaba su casa, cómo era y a qué precio la estaba intentando vender. Me lo contó y le dije que tenía la casa 50.000 euros por encima de su valor de mercado. No le hizo ninguna gracia, es normal. Para terminar me preguntó cuál era el porcentaje de mis honorarios. Le contesté y me dijo que las otras agencias le cobraban un punto menos. En nada de lo que hablamos nos pusimos de acuerdo, pero le dije que no se preocupara, que continuara un mes más con esas agencias, que leyera mi blog para conocerme un poco más (siempre recomiendo leer mi blog para que la gente me conozca, para eso lo escribo) y que, si me lo permitía, la llamaría a finales de julio para saber si había mejorado la comercialización o había conseguido vender la casa.
A finales de julio, como prometí, la llamé de nuevo. Estaba más receptiva. Me pidió que, por favor, fuera a ver la casa porque quería hablar conmigo personalmente.
Fui encantado a conocer a N. Vi la casa y me reafirme en que su valor era inferior al precio que había fijado. Me contó los motivos por los cuales quería vender y luego, para mi sorpresa, me confeso que, no solo había leído el blog, sino que había googleado mi nombre en Google y había cotilleado todas las movidas inmobiliarias en las que ando metido. Y no solo eso. También me contó, de nuevo para mi sorpresa, que hacía unos días se encontró con la vecina de la casa de enfrente, con la que hacía tiempo que no se veía, y que ésta le preguntó cómo le iba la venta. Al decirle que mal, la vecina le dijo que su hijo conocía a un inmobiliario que seguro que le vendia la casa. Llamaron por teléfono al hijo y les dió mi nombre. ¡El mundo es un pañuelo y la gente es la hostia! (coincidimos en decir a la vez N. y yo).
En fin, todas estas circunstancias hicieron que N. me escuchara y me contratara. Me encargó la venta de su casa (en exclusiva, por supuesto), puso el precio que le aconsejé y subimos un punto los honorarios.
También le recomendé que llamara a las tres agencias que tenían la casa "en venta" y que les dijera el nuevo precio de la casa, los nuevos honorarios y que me había contratado en exclusiva y que yo estaría encantado de compartir mis honorarios con cualquiera de ellas si aportaban un comprador.
¡Y entonces recibí otra sorpresa!
Al cabo de unos días me llamó la gerente de una de esas inmobiliarias y me dijo que ellos no cooperaban y que le había quitado una casa y encima habíamos bajado el precio, firmado una exclusiva y subido los honorarios.
Le contesté con mucha tranquilidad que yo no les había quitado nada porque no tenían nada. Además, a mí me habían venido a buscar porque jamás llamo a nadie. Y que ahora tenía una casa vendible, con un encargo, que podía ofrecer a sus compradores y cobrar prácticamente lo mismo que habría cobrado si le vendía ella con la ventaja de ahorrarse el trabajo con el vendedor. Y por último le dije que, en lugar de enfadarse conmigo, lo que tenía que hacer era una autoreflexión.
No es la exclusiva, es la elección de los clientes y es la elección de los agentes. ¡Eso es!
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